De un viaje que hice en 2023 a Bolivia, donde di un taller de energía piramidal en Santa Cruz de la Sierra, me traje algunas historias que van enriqueciendo cada día más mis observaciones y estudios acerca de las pirámides. Hoy relataré mi favorita de este viaje.
Estuve varios días en Santa Cruz y luego junto a mi hija mayor nos fuimos a Copacabana, ciudad que se encuentra a orillas del lago Titicaca, lugar donde tengo una amiga muy querida, que siempre nos acoge en su hogar a orillas de este lago que se encuentra a 3800 m sobre el nivel del mar.
Al llegar a su casa, pude notar la presencia de una nueva mascota. Ya conocía a los dos gatitos de mi amiga, pero ahora había un perro adulto, de tamaño medio, que llamó profundamente nuestra atención, porque estaba en un estado muy lamentable, su rabo estaba encogido, su cola guardada entre las piernas, su rostro era el de un animalito que había sufrido mucho; temblaba y no dejaba, que nadie lo tocara. Su energía irradiaba miedo, angustia y un enorme padecer. Se mantenía siempre lejos, observándonos, sin dejarse acariciar.
Pregunté a mi amiga qué le pasaba al perrito y me comentó que pertenecía a alguien del pueblo, pero que se había ido a vivir a otro país y cruelmente había dejado a su mascota abandonada. El perrito se llamaba Amigo y mi amiga muy compadecida decidió refugiarlo en su hogar.
El perrito estaba muy delgado, me comentaba Eva, que llevaba semanas alimentándose muy mal y que ya no sabía qué hacer para ayudar al perrito a salir de ese estado.
Mi primer instinto fue pensar en la pirámide como aliada, entonces instalé una pirámide de meditación en el patio de la casa, con la idea de que quizás el perrito percibiera su presencia y posiblemente pudiera entrar en ella. Pensé que quizás su energía pudiera limpiarlo de semejante memoria que atormentaba su vida. A veces uso la pirámide con objetivos muy diferentes a los ya conocidos. El espacio sagrado interior de la pirámide puede manifestar muchas cosas, inimaginables incluso, y en un lugar tan sagrado como son las orillas aguas del lago Titicaca, quizás tuviera la pirámide acceso al espíritu de ese perrito.
No pasó mucho tiempo cuando vi que el perrito entró en la pirámide. Había un sol hermoso iluminando las aguas del lago y una briza limpia refrescaba mi rostro. Ver al perrito dentro de la pirámide dio alivio a mi corazón y no dudé de que este episodio tan feo de su vida cambiaría, y mientras lo observaba elevé una profunda oración por la curación emocional de ese animalito.
Menciono esto porque la oración genera movimientos energéticos diferentes dentro de la pirámide.
Pasaron algunos días y el perrito entró en la pirámide un par de veces más; sin embargo, su estado no cambiaba y seguía sin dejar que nadie lo tocara.
Una noche decidimos compartir al frente de una fogata en el patio de la casa de mi amiga. Estábamos Eva, su hijo Juan, su novio Luis, mi hija Ananda y yo.
El fuego estaba hermoso, la noche y el lago nos alumbraban, las estrellas brillaban sobre el agua y mientras conversábamos y disfrutábamos del calor del fuego y del espectáculo natural, veíamos cómo el perrito se mantenía de lejos, tembloroso mirándonos.
De pronto noté que nuevamente el perro Amigo entraba en la pirámide y me quedé observándolo tratando de pensar qué se podía hacer y cómo ayudarlo; estuve con mi concentración puesta en él varios minutos, hasta que en un momento pude sentir cabalmente lo que estaba pasando con el perrito; fue como una luz que traía la respuesta perfecta y pude oír claramente “Está espantado”
De inmediato le dije a Eva:
—Creo que ya sé lo que le pasa al Amigo. ¿Has visto cuando las personas dicen que los niños necesitan una cura de espanto? Creo que es eso lo que necesita este perrito. Está ¡espantado! Ese término lo había cuando viví en Ecuador, donde tuve de vecino a un chamán que trabajaba mucho sacando el “espanto” de los niños.
Ante mis palabras, Eva dijo:
—Mmmm, es cierto; cómo no espantarse ante semejante abandono, pero… yo no sé hacer curas de espanto, y tú tampoco…
—Amiga, quizás si entre todos le conversamos, su espíritu pueda oírnos y pueda recuperar algo de confianza.
Y todos comenzamos a enviarle palabras de cariño, de seguridad y de amor:
“Amigo, qué linda casa nueva tienes”.
“Amigo, aquí te van a querer mucho”.
“Amigo, qué perrito tan guapo eres”.
“Amigo, aquí te vamos a amar, te vamos a cuidar, te vamos a dar comiditas ricas y te vamos a acariciar mucho”.
“Amigo, ya todo pasó, aquí estarás a salvo”.
“Amigo, eres un hermoso perrito guardián; no estés triste; aquí habrá más felicidad para ti”.
“Amigo, confía en nosotros”.
Entre los cinco que participábamos de esa noche frente al fuego, llenamos de decretos amorosos al perrito; estuvimos cerca de una hora hablando todos con él, mientras él nos observaba.
De repente comenzó a arrastrarse muy temerosamente hacia mi hija y se recostó a su lado. Ananda tuvo la oportunidad de acariciarlo y mientras lo hacía, seguíamos enviando mensajes de amor a su espíritu. Oramos por él todos juntos. Cuando se acercó a mi hija todos vimos esperanza en él.
La noche se puso fría y decidimos ir a dormir.
El perrito Amigo se fue rápidamente cuando vio que nos levantábamos y seguía asustado y tembloroso.
A la mañana siguiente, muy temprano, me levanté a meditar en la pirámide; quería ver el amanecer en el lago, sentir la energía de esas tierras sagradas y escuchar sus aguas benditas en movimiento.
Para mi sorpresa veo que el perrito Amigo estaba dentro de la pirámide, echadito, durmiendo, lo cual me dio gran alegría y grité: “Buenos días, Amigoooo”, y en ese momento sucedió el milagro, y al escuchar su nombre se paró, levantó su cola y comenzó a moverla de un lado a otro, corrió hacia mí y se alzó con sus patas en mi pecho; pude acariciarlo, sentir su energía limpia, muy contento saludándome, sin rastro de semejante padecer que nos conmovía a todos.
Ese día comenzó a alimentarse de forma normal, corría para todos lados, se dejaba acariciar, incluso cuando miraba su carita, podía ver como si sonriera, y ese rostro castigado, compungido y asustado ya no estaba; como por arte de magia, el perrito se comportaba totalmente diferente; fue algo hermoso que movilizó a seis presencias para que su estado cambiara: cinco personas y una pirámide participamos en la curación de este animalito que había sido severamente castigado por el abandono de su dueño. Nos fuimos del lago Titicaca con el espíritu contento, asombradas de lo que se puede conseguir cuando varios espíritus se reúnen en beneficio de otro y se recurre a la oración. La pirámide fue lo única por lo que no sintió miedo y entró en ella sin temer muy confiado. Ahora Amigo es una mascota que se comporta igual a como antes de que fuera abandonado.